Hace algunos años, en el marco del Foro de Psicología y Educación, organizado por la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, Juan
Jorge Michel Fariña, encaró la cuestión de la educación en su Dimensión Ético-política. Me gustaría,
en este caso, rescatar muy brevemente algunas ideas de esta presentación y
hacer algunas reflexiones a partir de ellas.
Retomando algunas ideas del filósofo francés Alain Badiou y
los consiguientes desarrollos del historiador y filósofo argentino Ignacio Lewkowicz, podemos
decir que, dado un Universo determinado y aparentemente completo, absoluto, sin
agujeros - una Ley, o una normativa cualquiera, por ejemplo –, se hace
prácticamente inevitable la aparición de subdivisiones con respecto al mismo
que darán cuenta de la aparición de lo que podríamos llamar Particularidades –
por ejemplo, aparecen aquellos que creen que tal artículo de la normativa
quiere decir una cosa, y los que creen que quiere decir lo contrario, lo
perfectamente opuesto -. Lo característico de estas ‘particularidades’ es que
se presumen a sí mismas completas, la particularidad asume la identidad del
Universo, lo Particular se cree Universal. Como habrán visto, es común que la
opinión de alguien con respecto a cualquiera tema sea tomada por ese alguien
como la verdad última y absoluta sobre el tema que se discute. Y está claro
que, en estos términos, no se puede avanzar mucho más allá de la puesta en
común de opiniones. O, peor aun, el ‘paso más allá’ viene a estar dado, en
algunos casos, por el trompazo, que no hace más que poner de manifiesto una
trabazón indisoluble, al menos en ese nivel, dado lo absoluto y mutuamente excluyente
de los términos en juego. Estamos frente a un dilema, como tal, imposible de
resolver por las vías de la moral, del cumplimiento a rajatabla de la normativa
(siempre de naturaleza interpretable, por otra parte, lo que hace la tarea aun
más dificultosa), eligiendo una u otra opción de las disponibles al interior
del Universo, y expresadas en la forma de Particulares ¿Cuál es, entonces, la
salida? Dejemos planteada la pregunta.
En pocos días los argentinos estaremos eligiendo a quienes
deberán – deberían – cumplir con la obligación de representarnos a nivel Ejecutivo
y Legislativo durante los próximos cuatro años. La lucha entre candidato y
candidato y entre militantes de diversos espacios es encarnizada, absoluta,
excluyente, y en varios casos se ha llegado a las trompadas. Ahora bien, de
suponer que la lucha de la que hablo se está dando en el terreno de la Política , estaríamos
cayendo en un grosero error de apreciación. Voy a explicarme: Si tomamos el
esquema planteado más arriba e intentamos aplicarlo a la estructura de la lucha
electoral nos encontramos con un Universo que podríamos llamar ‘estructura
partidaria’ en el cual sus subdivisiones, Particularidades que podríamos llamar
‘partidos políticos’ se encuentran en pugna, en un debate en el que lo que
prima no es otra cosa que la ideología. De más está decir que desde todos los
lugares se cree tener la razón, e incluso espacios con discursos
manifiestamente cercanos – cuando no idénticos - entre sí se esfuerzan
desesperadamente por diferenciarse unos de otros. Y bien, en este orden de
cosas se hace evidente que la discusión no tiene más futuro que su presente.

En psicoanálisis hablamos del Sujeto como singularidad, y
por eso somos tan reacios a la estandarización, la numeración, la búsqueda de
la regularidad. Es que en la clínica psicoanalítica, lo que nos importa no es
lo que ese tipo o tipa que habla delante de uno o tirado/a en el diván tiene en
común con el resto de la población, o qué quiere decir para los manuales o el
sentido común una palabra o frase determinada, o qué efectos debe tener, según
lo que le pasa al resto de los tipos o tipas, una separación, una pérdida o una
uña rota. Lo que nos interesa es esa historia, la de ese sujeto, la
significación que él da a sus vivencias, palabras, frases, los efectos que en
él tiene esa separación, esa pérdida o la rotura de esa uña. Y todo esto, en la
clínica, ocurre en un lugar y tiempo, - vale decir: en un contexto - bien
circunscritos, que se puede sintetizar con una palabra: la sesión. O, mejor: la
situación analítica. En esta línea, la intervención del psicoanalista se apoya
en este material, con la intención de
abrir un espacio, un agujero, una interrogación. La intervención se apoya en la
Ética y como tal, apunta a la sorpresa y consiguiente apertura que genera el
sinsentido y, desde allí, a la novedad, al movimiento.
La Ética, como la Política , tiene lugar en el momento en que surge
lo no-calculado, lo espontáneo, que sorprende y lanza la pregunta expandiendo
así el Universo hasta ese momento posible, dado que se ha introducido una
opción no prevista. La Moral ,
la ideología, por su parte, se mueven en el terreno de lo dado, de lo acatable,
de lo estanco, literalmente: al pie de la
letra, y sin riesgos. El truco está en no sólo ‘saber hacer’, sino en, además, que este ‘saber hacer’ sea ahí-con. Y
no es casual que Jacques Lacan exprese que, en la dirección de la cura, existen
tres niveles a tener en cuenta: el de la Táctica , el de la Estrategia y el la Política. Cada uno de estos
niveles implicará diferentes grados de libertad para el psicoanalista: La Táctica será el de mayor
libertad, en tanto se trata de la intervención como singularidad, única; la Estrategia tendrá un
menor grado de libertad, en tanto se trata de una especie de plan a largo plazo que consiste en la
transferencia (tema para otro artículo). Finalmente, la Política será – para el
analista - el nivel en el que se contará con menos libertad dado que, como
condición de posibilidad de los otros dos niveles, se identifica con la Ética: saber-hacer-ahí-con. Lo que siempre
digo: callarse la boca y escuchar será lo que nos dará la pauta para saber
cuándo hablar y qué decir... y que no.

Por lo tanto, queridos amigos, si queremos dar el debate
político, mejor que elijamos de manera responsable. Porque, y esta
sorpresa la dejé para el final: La Ética, la Política es
responsabilidad. Quiero decir que con nuestra elección seremos
responsables no sólo por sentar a fulano o mengano en el sillón de Rivadavia o
en una banca en el Congreso para después aplaudirlo por sus aciertos o apedrearlo por sus errores, sino que también seremos responsables de cada una de sus acciones, incluidos sus aciertos... incluidos sus errores.