Los psicólogos- sobre todo los psicoanalistas- no tenemos buena prensa, esto no es un secreto. No digo que ocurra con todos los profesionales, pero existe en el aire una extraña tensión, como una suerte de vapor que hace que el sentido común siempre esté a la mano como herramienta implacable de refutación ante la primera aparición del prefijo psi.
Lejos de intentar luchar contra esto, me interesa aclarar algunas cuestiones, mitos, leyendas, sobre la labor del psicólogo. Mitos misteriosamente edificados sobre la extraña y escurridiza idea del sentido común. Ese sentido común que dice, por ejemplo, que si uno se encuentra en una relación amorosa poco feliz, que lo hace sufrir, lo más razonable sea salir de allí, dado que el amor es para disfrutarlo y no para sufrirlo, como dicen. Lo curioso es que la imposibilidad de salir de allí es - entre otras- una de los más frecuentes motivos consultar a un psicólogo: "Sé que me hace mal pero no puedo dejarlo/a".
Entonces, he intentado elaborar una breve explicación de algunos mitos con relación al "ir al psicólogo", que muchas veces hacen que evitemos consultar, evitando así también vivir mejor, de manera independiente y responsable.
“El psicólogo está siempre callado nunca me dice nada o sólo dice 'ajá' ”
Lejos de intentar luchar contra esto, me interesa aclarar algunas cuestiones, mitos, leyendas, sobre la labor del psicólogo. Mitos misteriosamente edificados sobre la extraña y escurridiza idea del sentido común. Ese sentido común que dice, por ejemplo, que si uno se encuentra en una relación amorosa poco feliz, que lo hace sufrir, lo más razonable sea salir de allí, dado que el amor es para disfrutarlo y no para sufrirlo, como dicen. Lo curioso es que la imposibilidad de salir de allí es - entre otras- una de los más frecuentes motivos consultar a un psicólogo: "Sé que me hace mal pero no puedo dejarlo/a".
Entonces, he intentado elaborar una breve explicación de algunos mitos con relación al "ir al psicólogo", que muchas veces hacen que evitemos consultar, evitando así también vivir mejor, de manera independiente y responsable.
“El psicólogo está siempre callado nunca me dice nada o sólo dice 'ajá' ”
Es cierto, pasamos largos ratos callados, me pone orgulloso admitirlo, por una razón simple: si los psicoanalistas nos quedamos callados, es porque en ese momento estamos escuchando. Los humanos tenemos una extraña y compulsiva tendencia a opinar, siempre, de cualquier cosa, sin importar qué tenga el otro para decir. Y bien: el psicólogo hace el esfuerzo de callarse la boca y escuchar. Y resulta curioso que un paciente se queje de ser escuchado, sobre todo cuando en muchos casos la problemática que se trae al consultorio tenga que ver exactamente con esto: "mi marido no me escucha, "mis hijos no me prestan atención", "mis padres nunca me tuvieron en cuenta". En resumen: que los demás no lo escuchan. Entonces, el consultorio del psicoanalista es un lugar privilegiado donde la regla principal es que el paciente hable para que nosotros podamos escucharlo ¿Con qué objetivo? El de conocer bien al paciente, para que cuando hablemos lo hagamos con conocimiento de causa y no digamos cualquier cosa. No se trata de un profesional que nunca dice nada, sino de un profesional que escucha atenta y detenidamente para hablar cuando sea pertinente. Un profesional que se encuentra 100% atento a lo que el paciente tiene para decir. Un espacio que le pertenece a la palabra del paciente.
“El psicólogo me dice cualquier cosa”
No voy a negar tampoco que muchos profesionales hacen una carrera del decir barbaridades, en cualquier momento y lugar, pero eso no quiere decir que sea la regla ni que sea la manera correcta de hacer las cosas. Pero en este mito en particular no me refiero a los profesionales boca floja, sino a las intervenciones pertinentes que en muchos casos generan, de todos modos, esto de que “el psicólogo me dice cualquier cosa”. Entonces, vale aclarar: a ese “decir cualquier cosa” lo llamamos “interpretación”, y puede tener el sentido de traducción, traducción de un jeroglífico que viene codificado en las palabras del que habla. Muchas veces estas traducciones son chocantes para el paciente, quien se puede sentir atacado: quiero decir “desnudado”. Como psicoanalistas estamos entrenados para escuchar atentamente, hilar fino, confiando en que lo que el paciente dice no son puros disparates, sino que por algo lo dice. Y si nos hemos tomado el tiempo y trabajo de escuchar cuidadosamente y hemos tenido la paciencia necesaria es probable que a la larga, algo de cierto haya en nuestras devoluciones.
“Yo no creo en la psicología”
Ni la psicología en general, ni el psicoanálisis en particular se tratan de religiones o sistemas de creencias. A esta cuestión Freud respondía: “no es necesario que ud. crea en el psicoanálisis, puede no hacerlo, pero lo que sí le voy a pedir es que me diga todo lo que le pase por la cabeza”. En efecto, no se trata de un sistema de creencias, ni de una teoría, ni de un dogma. Se trata de un hacer, de las acciones en juego: una práxis. En definitiva el paciente estará en contacto con lo que ocurra en la sesión, con las experiencias vividas en ella… y por ese camino, con sus resultados. Si elegimos el camino de la creencia, creer o no en la psicología sería equivalente a creer o no en el salto con garrocha. En todo caso, se trata tan sólo de creer que en las palabras, en las simples palabras, hay algo más que simples palabras.
“Empecé el psicólogo y estoy peor que antes”
Cuando tenemos un baúl lleno de porquerías, mientras esté cerrado esas porquerías no van a generar ningún tipo de problema. Incluso el baúl puede ser digno de elogios: por su preciosa terminación, por su acabado y lustrado, por sus delicados herrajes. Pero si un día, después de mucho tiempo, decidimos abrirlo para hacer limpieza, no sería raro que el polvo vuele por el aire haciéndonos estornudar, toser, agitarnos, o que las manos y la ropa se nos ensucien y engrasen, poniéndonos de mal humor, haciéndonos olvidar de la hermosura exterior del baúl para centrarnos en qué hacemos con las porquerías que hay dentro. Es que a pesar de lo precioso que sea un baúl, su única función es la de contener, la de ser llenado con cosas, guardar. Cuando comenzamos un tratamiento con un psicólogo ocurre algo parecido: vamos con la intención de limpiar, pero primero jugueteamos un poco con la fachada, la superficie, hasta que abrimos el baúl y comenzamos a revolver las porquerías. Tener de golpe todas esas porquerías a la mano nos hace tambalear un poco, pero con el tiempo logramos limpiar, acomodar y volver cerrar el baúl ahora mucho más conforme de cómo están las cosas. ¿Alguna vez escucharon el cliché de “tocar fondo para tomar impulso”?
"No estoy loco, no necesito ir al psicólogo"
Consultar a un psicólogo es una decisión profundamente personal. Personalmente, creo que quien lo considere necesario, de un tratamiento psicoanalítico obtendrá pura ganancia e independencia personal. ¿Hace falta estar loco para consultar a un psicólogo? No es necesario ser tan extremista, de estar loco lo más probable es que el paciente estuviese internado antes que consultando libre y decididamente a un profesional. Entonces ¿Cuándo es momento de consultar con un psicólogo? Cando uno lo decida, y agrego: existen muchos motivos que justificarían la consulta, pero lo importante es que todas estas razones se pueden agrupar en lo siguiente: son situaciones que rompen con lo cotidiano, que dificultan vivir como se vivía día a día, aunque esta forma de forma de vivir haya funcionado en el pasado. Para reconocer estas situaciones podemos prestar atención a una sensación, que todos conocemos y se llama angustia. Cuando la angustia aparece y no se va es el momento adecuado, porque la angustia indica que el modo de vida que venimos llevando ya no es útil. Un ejemplo claro es el duelo: acostumbrados a vivir con alguien en nuestras vidas (familiar, pareja, amigo, etc), de pronto lo perdemos, y ahora ¿cómo nos acomodamos?