Matrimonio gay y adopción: El problema de la libertad

Hace algunos años asistimos a uno de los más polémicos debates sobre la igualdad y los derechos humanos de nuestra historia. Independientemente de sí este debate es o no el tema más importante al que debe prestarse atención en la actualidad, lo cierto es que su definición terminará por decir mucho acerca de nuestra sociedad, nuestros sistemas de creencias, nuestra concepción de igualdad, de derechos, y hasta de democracia. Pero esto no es todo. Un aspecto central de este debate es el referido a la adopción: que las personas del mismo sexo tengan el derecho de ser padres adoptivos sin tener que recurrir a estrategias tramposas, y sobre todo que los hijos adoptivos puedan gozar de los derechos de los que goza cualquier hijo con relación a sus padres (herencias, pensiones, sucesiones, etc.). Esto en rasgos generales.
Es interesante la importancia que se ha dado con respecto a este ultimo punto a la opinión de los profesionales de la salud mental- psicólogos y psiquiatras-, comunidad de la que formo parte.


La justificación parece ser homogénea: que el profesional de la salud mental podrá dar un dictamen certero acerca de la existencia o no de riesgos en la evolución psicosexual del niño adoptado e íntegramente criado por personas del mismo sexo. El riesgo pareciera ser que con el correr del tiempo, el niño en cuestión, se convierta en homosexual.
Antes de comentar mi manera de ver esta cuestión, me parece fundamental poner en claro que el hecho mismo de que se nos pida que demos nuestra opinión profesional, no tiene sentido alguno ¿por qué lo digo? Porque una opinión no es más que una creencia, que no se apoya en el conocimiento, sino en la participación como miembro de la sociedad: no es más que un juicio de valor. 

Queda claro entonces por qué representantes de posiciones opuestas (los que apoyan el casamiento y la adopción, los que apoyan el casamiento pero no la adopción o los que no apoyan ninguno de los dos aspectos) buscan la opinión de profesionales de la misma disciplina: me refiero a que psicólogos y psiquiatras somos requeridos desde ambos lados para dar nuestro dictamen profesional, desde una posición meramente moral y valorativa. Y lamentablemente es lo que ocurre: Psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas diciendo que sí, que el niño puede ser homosexual y por lo tanto no debe permitirse la adopción. Otros opinando que la sexualidad de los padres poco importa en relación a la futura conformación psicosexual del niño, con lo cual la adopción debería permitirse sin dudas ni temores. Diversas opiniones, diversas maneras de ver... pero lo que queda claro, es que no se trata de posiciones profesionales, sino de meras opiniones personales, disfrazadas de profesionalismo. Lo cual no quiere decir que no sean valorables... sólo que no valen por un saber distinto, o un conocimiento superior o mejor justificado que el que cualquiera de nosotros puede tener. Es eso, una opinión que no dista mucho del cliché que se viene escuchando por todas partes: que los hijos homosexuales vienen de padres heterosexuales... etc.

Intentaré correrme entonces de esta típica manera de abordar el tema, esperando que mi comentario parta de una posición que no sea la puramente personal, intentando correrme también de lo que este tema pueda o no movilizar en mi visión más íntima. Intentaré ser ético.

Supongamos que dos personas del mismo sexo consiguen adoptar a un niño, digamos un recién nacido para hablar de la crianza íntegra (intentemos evitar las obvias limitaciones). Pasan los años y luego de una infancia con sus vaivenes y sobresaltos llega la adolescencia, momento en que típicamente un individuo hace manifiesta su elección sexual (su definición psicosexual, digamos). Imaginemos a ese o esa adolescente presentando su pareja a sus padres, a su entorno, a sus pares. Imaginemos que se trata de una persona de su mismo sexo. Imaginemos también que se trata de una persona del sexo opuesto. Finalmente, imaginemos la reacción de sus padres, su entorno, sus pares en cada caso. Que cada uno retenga esas imágenes.
Ahora tengo una pregunta, una simple pregunta. No se trata de una pregunta engañosa, de esas que ya implican una respuesta determinada de antemano, sino de una pregunta pura, con un vacío detrás de ella, reservado para la respuesta. La pregunta es la siguiente:

¿Cuál es el problema?, y más: ¿Cuál es realmente el problema con que alguien elija de pareja a una persona del mismo sexo... o que lo haga con una persona del sexo opuesto? En suma: ¿Cuál es el real, gran y tan importante problema con ello, el problema que genera un debate tan acalorado y extenso?

Como decía más arriba, no se trata de una pregunta que presupone una respuesta determinada. Es cierto que, como todos, tengo una opinión personal al respecto, es tan cierto como que en este espacio no soy una persona con una opinión o con una respuesta, sino un psicoanalista con una pregunta: ¿Cuál es el problema? 
En todo caso, el único dato que tengo al respecto que coincide tanto en mi experiencia personal como profesional, pero que no es una opinión, sino un dato es el siguiente: que nunca he visto ni oído a ni a un heterosexual ni a un homosexual plenamente asumidos mostrarse o decirse infelices o incómodos con su elección sexual... Y usé la palabra "elección", lo que no es casual.
Tengo otro dato que no es una opinión: lo que sí he visto y oído es a padres, amigos, familiares, pares infelices, descontentos e incómodos con la elección sexual de otros, y no sólo de homosexuales... porque todos conocemos el caso de la familia o amigos que no están de acuerdo con la elección de una determinada pareja en también en el caso los heterosexuales...

Entonces, algunas consideraciones al respecto:

-Primero, que la heterosexualidad no es menos contingente que la homosexualidad. Quiero decir que no es prevenible o predecible.
-Segundo, que masculinidad y femineidad no coinciden con macho y hembra: haber nacido macho (biológicamente hablando, se entiende) no implica ser masculino ni posicionarse como hombre frente a la mujer. Lo mismo en el caso de la hembra, que no implica ni ser femenina ni posicionarse como mujer frente al hombre. Y hay más: muchos hombres, siendo heterosexuales no son masculinos, mientras que muchas mujeres, sin ser homosexuales, son masculinas... y viceversa. Las combinaciones son infinitas.
-Tercero, y derivado de lo anterior, que ni la biología ni la sexualidad del encargado de la crianza determina de por sí la sexualidad de su hijo. Ser Padre o ser Madre no se trata de poner la semillita sino que son funciones, roles: se cumple o no la función de padre y se cumple o no la función de madre.
-Cuarto, la infelicidad o incomodidad con respecto a la elección sexual de alguien, suele ocurrir en los demás, y no en la persona: sus padres, sus amigos, su entorno se siente incómodo, infeliz. Y me atrevería a decir que la regla es que cuando un homosexual está descontento no es por su condición como dicen algunos, sino más bien porque el o ella es feliz, mientras que su entorno no lo acepta. Hasta ocurre que un homosexual reprima su sexualidad de elección para cumplir con el mandato de su entorno, lo que no genera más que sufrimiento... como cada vez que cualquier sujeto resigna su deseo, cualquiera que sea, por cumplir con el entorno... por más moralistas que seamos.

Finalmente, me gustaría hacer referencia a un caso emblemático, tratado por el mismísimo Dr. Freud. Se trata de un caso conocido como "La joven homosexual", y que data del año 1920.

La joven homosexual llega al consultorio de Freud llevada por sus padres, quienes notaban hacía tiempo en su hija la tendencia al acercamiento a damas maduras pero juveniles, y en especial a una  a la que hacía algún tiempo le hacía la corte y no tenía el más mínimo pudor al pasearse con ella por las calles de Viena, mostrándose manifiestamente enamorada. Entonces, los padres la llevan a ver a Freud, con la consigna de que este lograra curar a su hija, es decir: hacerla heterosexual. Freud acepta el caso, pero convencido de que convertir en heterosexual a un homosexual es tan difícil como lo contrario. Acepta el caso para entender las causas que llevaron a esa joven a la elección homosexual, no para revertir esa elección. Sobre todo al captar que la joven no sólo no tiene problema alguno con su elección, sino que al contrario se encuentra completamente enamorada de la dama en cuestión, no está dispuesta a resignar su amor y para nada le interesa entablar relaciones con hombre alguno. De hecho, la chica está allí sólo para dar el gusto a su padre y una vez concluido el tratamiento, con el justificativo de que se hizo todo lo que se pudo, poder vivir su vida (su sexualidad) tranquilamente. Esto en líneas generales... finalmente la joven no sólo no deja de ser homosexual, sino que además, deja el tratamiento antes de que Freud lo considere concluido; pero lo más importante del caso es lo siguiente: Freud apuesta al sujeto, al deseo de la joven en cuestión, y no al prejuicio de sus padres.

En este punto, y tomando como referencia el caso de Freud, retomo la pregunta, sin responderla, dado que no tengo la respuesta: ¿Cuál es el problema?